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El pánico y el miedo invadieron Ecuador después de ser sacudido por un terremoto de 7,8 grados en escala Richter el sábado a las 18:58 (hora local).
El fenómeno natural dejó al menos 350 muertos, miles de heridos y ciudades como Manta, Portoviejo, Pedernales y Guayaquil devastadas.
Ramón Solórzano, un comerciante de 46 años de Manta, afirmó: “Empezó como un bramido y como que se alzaba el piso, fue fatal”.
“Estábamos reunidos en la casa de un amigo y comenzó a temblar. Nos refugiamos en los arcos de la casa y algunos fuera. Duró bastante”, expresó Pepita De Lucca al diario El Comercio.
“Vivo en el piso 9, y de repente empezó a temblar mucho todo. En Quito estamos acostumbrados a los sismos, pero el tiempo del último fue lo que realmente asustó, se movía todo”, dijo Luis Alberto Otero, editor general de futbolecuador.com
María Jaramillo, trabajadora de un hotel en Guayaquil, “la gente estaba descontrolada evacuando del sector, se partieron vidrios, pedazo de techos y todos nerviosos, salimos descalzos a la calle”.
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“Necesito encontrar a mi bebé, ya van a ser cinco horas que está desaparecido“, dijo Vanessa Santos, una madre en Portoviejo, al canal de televisión local.
Tras el desastre, el Gobierno ecuatoriano declaró el estado de excepción en todo el territorio nacional.
Además de que continúa la lucha por encontrar sobrevivientes bajo los escombros.
Debido a lo sucedido el presidente Rafael Correa canceló una visita al Vaticano para regresar de inmediato. Sin embargo, desde la Roma envió un mensaje de lamento a su pueblo.
“Todo se puede reconstruir, pero no se pueden reconstruir las vidas perdidas y eso es lo que más nos duele”.