Una madre y sus hijos pagarán por el crimen que el padre cometió

Deambula perdida en su casa vacía, mientras sus hijos se preguntan porqué no podrán dormir nunca más en su habitación. La razón: Su padre mató a cinco personas en una sinagoga en Jerusalén e Israel hará pagar a sus familiares las consecuencias de su acto.

Ghasan Abu Jamal, de 31 años, y su primo Udai, de 22 años, atacaron con hachas y pistolas el pasado 18 de noviembre a fieles judíos en una sinagoga. Cuatro rabinos y un policía murieron antes de que los agentes mataran a los dos asaltantes, dos palestinos de Jerusalén Este, ocupada y anexionada por Israel.

A continuación, Israel ordenó la destrucción de la casa de Ghasan Abu Jamal y revocó el permiso de residencia en Jerusalén a su mujer, Nadia, si bien sus tres hijos podrán continuar en la Ciudad Santa.

Walid, Salma y Mohamed, de 6, 4 y 3 años, pueden vivir en Jerusalén desde su nacimiento, al igual que podia hacerlo su padre, quien nació en el barrio de Jabal Mukaber, en Jerusalén Este.

“Mis hijos ya perdieron a su padre. Ahora también quieren separarme de ellos y destruir la única casa que han conocido”, dice Nadia, con Mohamed en brazos.

Aunque la familia pagó una fortuna en abogados para que Nadia, nacida en la Cisjordania ocupada, obtuviera el permiso de residencia, ahora deberá partir.

De continuar en Jerusalén, la situación tampoco será fácil para sus hijos, quienes perdieron todos los derechos. Ni cobertura social, ni ayudas.

“Un castigo colectivo”

Walid tenía cita hoy (jueves) en el hospital para una hacerse una radiografía del cráneo, pero “todo esto se terminó”, lamenta Nadia. Mohamed, quien tiene problemas de corazón, tampoco está ya cubierto.

“¿Qué han hecho ellos? Es un castigo colectivo, una decisión injusta. El día después del ataque nos comunicaron todo esto. Si hubiéramos sabido que nuestro marido preparaba un ataque, ¡por supuesto que lo habríamos detenido!”, dice Nadia, cuyo velo negro destaca aún más si cabe su tez blanca.

Israel asegura que aplica estas medidas para que quienes plantean una acción violenta reflexionen sobre las consecuencias sobre su allegados.

Con lágrimas en los ojos, Nadia cuenta, aún aturdida, como conoció la noticia: “Nos enteramos por la radio de que el hombre que amo hizo tal cosa”.

Y lamenta: “Los israelíes rechazan devolvernos el cuerpo. Como estoy al borde de la expulsión, quizás ya no lo volveré a ver. Y sin haberlo visto de nuevo, aunque sea una vez, tengo la impresión de que tocará a la puerta, que le abriré y lo veré delante de mí”, añade.

A sus pies, Salma, seria, no abre la boca. Con la frente fruncida, mira las paredes de la casa, donde los agentes ya prepararon los agujeros en los que colocarán los explosivos para destruirla.

Salma y sus hermanos han cambiado, constata Nadia. “Ahora están nerviosos, se vuelven violentos, ya no duermen. Todas las noches, temen que los policías israelíes vengan a destruir la casa”.

Nadie de la familia Abu Jamal comprende los motivos que llevaron a Ghasan y Udai a atacar la sinagoga.

Dos días antes, un conductor de autobús palestino fue hallado muerto en su vehículo, lo que representa un suicidio, según forenses israelíes, pero un posible asesinato, para un forense palestino.

La muerte del conductor sacudió a los palestinos de Jerusalén Este, quienes denuncian desde hace años que la ocupación y la anexión por Israel les hace sentirse extranjeros en su propia ciudad.

Y, además, según cuenta los allegados de Ghasan, éste estaba desesperado por las deudas y por verse en la necesidad de pedir ayuda a su familia para alimentar a sus hijos, a pesar de su orgullo.

Tras la destrucción de la casa de Udai Abu Jamal, diez personas se encontrarán también en la calle.

“Responder a la violencia con violencia sólo animará a los jóvenes a cometer más ataques”, asegura la madre de Udai, Um Udai Abu Jamal.

Por: Agencias

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