John Hoover, quien fuera ejecutivo de Disneyland Entertainment y de McGraw-Hill, además de consultor de empresas como Delta AirLines, Hilton, IBM, Xerox, escribió el libro Cómo trabajar para un idiota. Cómo sobrevivir y prosperar en el trabajo sin asesinar a tu jefe.
En el texto, publicó Infobae, Hoover construye ocho categorías de jefes que puedes encontrar en el trabajo:
1.- El jefe idiota: por una razón azarosa, más que por capacidad, se hacen del puesto. No tienen capacidad gerencial de equipo. A pesar de que sus logros dependen de sus integrantes, les pone trabas, genera críticas y los aterroriza. No escuchan y su palabra es la ley
2.- El buen jefe: sabe compartir sus conocimientos y es abierto con la información que posee. No oculta nada y hace que el personal se sienta partícipe, respetada y reconocida. Mantiene una comunicación abierta y sincera. No cree en la crítica sino en el feedback.
3.- El jefe dios: es importante verlo como el sabelotodo. Una especie de ente que no se equivoca y todo lo que propone es importante. Se deben seguir sus reglas. Hay que ofrecerle elogios y, en caso extremo, regalos. Piden perdón por anticipado y es vital no ignorarlo jamás
4.- Jefe maquiavélico: busca obtener resultados a toda costa. Es protector con su equipo porque depende su imagen de ello. Tiene que conocer todo lo que pasa en su área para no cometer errores.
5.- Jefe masoquista: no le gustan los logros del resto porque ve en ello una afrenta contra su posición. Siempre busca destacar lo negativo, los obstáculos y las desventajas de cualquier tema. Nunca estará contento.
6.- Jefe sádico: le gusta torturar a sus subalternos. La alegría de los trabajadores tiene que ser cortada de tajo. Un consejo: siempre lamentarse por la carga de trabajo (aunque no sea cierto), eso lo llenará de satisfacción
7.- Jefe paranoico: toma todo lo que el empleado hace como una conspiración en su contra.
8.- Jefe colega: no tiene amigos y busca hacerlos en su centro de trabajo. Le gustan las juntas porque está rodeado de aprendices a quienes debe guiar. Esta relación puede perjudicar por el tiempo que se desperdicia en pláticas ajenas a los temas laborales.
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