Ayuda que se convierte en vida para los niños

Al menos un niño es diagnosticado cada día con cáncer pediátrico en Guatemala, antes se salvaban dos de 10, hoy siete de 10 sobreviven gracias a la Fundación Ayuvi.

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Mandy Marisol Alvarado  Es una niña sonriente, sueña con ser médico y, aunque asegura que sufre con la manera en que se le emplea su medicina, muestra su valentía. “Lo que más me gusta de venir aquí es jugar, me gusta la plasticina, pintar y dibujar, pero no me gustan los ‘pinchones’, aunque sé que son para ponernos nuestra medicina”, dice Mandy, quien decide jugar un poco mientras su papá cuenta que llegaron un domingo de madrugada. “Venía muy débil, con fiebre alta. Días antes había vomitado sangre”, decía. El llanto fue inevitable cuando dijo que dejaron su hogar en Concepción Huista, Huehuetenango, en busca de la cura para su hija. “Nos dijeron que la nena tenía cáncer en la sangre (suspira), nunca imaginamos que pasaríamos por esto,  pero gracias a Dios y a los médicos aquí se ha ido recuperando”, cuenta Mario Alvarado. Mandy lleva ocho meses de tratamiento.  

Entró sonriente al cuarto de juegos, con un monito de peluche que se ganó en una actividad del voluntariado, con esos chicos que no escatiman su tiempo ni esfuerzo para llegar y sacar de los niños lo mejor de ellos, su sonrisa, la que cada día los ayuda en su recuperación.

Quiero ser doctora cuando sea grande”, dice Mandy en voz baja, mientras todos en la habitación nos tapábamos los oídos y fingíamos no escuchar su gran secreto. Apenas tiene 7 años y sufre de leucemia, cáncer en la sangre, pero a pesar de lo dolorosos que son sus días, por las quimioterapias, el brillo en sus ojos es único. “No me gustan los ‘pinchones’, aunque sé que ahí me ponen la medicina”, dice, mientras con asombro ve a su padre, que ya ha derramado algunas lágrimas.

Mandy llegó a la Unidad Nacional de Oncología Pediátrica (UNOP) proveniente de Concepción Huista, Huehuetenango, con fiebres altas y vómitos con sangre, pero, a pesar de lo grave de su enfermedad, luego de dos meses de tratamiento ha mejorado. Fue impactante conocer de cerca la realidad de cientos de niños que, a pesar del dolor y la tristeza, se levantan día a día de sus camas y luchan para conseguir su objetivo: seguir viviendo.

Madelyn Andrea Paraíso “Comenzó con un dolor en la cintura y fiebres muy altas, le hicieron un examen de médula y luego nos dijeron: ‘Tiene cáncer’. Fue un momento muy duro”, cuenta Nancy Mendoza, madre de Andrea, mientras intenta ocultar el llanto, del que para entonces ya se había dado cuenta Andrea, quien también siente tristeza al ver a su madre. Ella tiene 5 años y es una de las niñas más queridas en el hospital, por su carisma, lleva dos meses de tratamiento y dice que sueña con ser médico. “Quiero ser doctora para curar niños”, dice, al tiempo que juega con una muñeca. “Nos dijeron que aquí todo iba a ser gratis y fue un gran alivio porque no contamos con los recursos para aliviar este malestar y no queremos que ella muera”, explica Nancy. “Gracias a todos los que ayudan, sigan ayudando, quiero que me ayuden”, finaliza Andrea, quien junto con su familia vive en la capital. 

 

Esperanza de vida

Mandy es solo uno de tantos pequeños que padecen de cáncer pediátrico en Guatemala. Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 12 de cada cien mil niños desarrollan la enfermedad.

En esta unidad recibimos a 120 pacientes a diario en la consulta externa, que vienen a recibir su quimioterapia. Atendemos 14 tipos de cáncer, pero en Guatemala los tres que más se diagnostican son leucemias, linfomas y retinoblastomas”, explicó Luisa Ávila, directora de comunicación y desarrollo de la Fundación Ayúdame a Vivir (Ayuvi), que provee de todo recurso necesario a la UNOP.

“Este hospital fue construido y diseñado para atender todas las necesidades de un paciente con cáncer pediátrico y, desde que se inauguró en 2000, el panorama ha cambiado; antes solo dos de cada 10 sobrevivían, hoy siete de cada 10 se pueden salvar con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado”, dice Ávila. 

La UNOP atiende mensualmente 42 casos nuevos, es decir, diagnostica a diario entre uno y cinco niños. El tratamiento para cada uno cuesta Q450 mil y dura ocho años, tres son de tratamiento y cinco de seguimiento. 

El cáncer es una enfermedad reincidente, por eso le damos acompañamiento al paciente para asegurarnos de que la enfermedad no vuelva”, continuó. Según Ávila, no solo se ayuda a los niños, sino también a su familia.  

El 47% de los pacientes abandonaba el tratamiento porque el padre, que en la mayoría de casos era el único que hablaba español, tenía que regresar a su lugar de origen para alimentar a sus otros hijos, y tuvimos que ampliar nuestro campo de apoyo, ahora le damos bolsas de víveres a la familia para que el niño enfermo no deje el tratamiento”, dice Ávila. 

Apoyo total

La UNOP también le brinda terapia psicológica a la familia del paciente y ha hecho alianzas con transportistas para que puedan llevar al niño a sus citas médicas. “Además necesitábamos un albergue porque hay pacientes que pasan largas temporadas con nosotros”, agrega; cuando es necesario, también apoya con los servicios funerarios. 

Pero el costo para que la UNOP funcione es elevado, “Necesitamos Q96 millones al año para operar y solo atendemos a 44% de pacientes de cáncer pediátrico en el país. El Gobierno nos da Q37 millones, la rifa Únete aporta Q40 millones, la carrera Arco Iris, Q1 millón aproximadamente, el resto se obtiene por medio de apadrinamiento, empresas y personas individuales.  

Carrera Arco Iris

Una de las actividades que más personas mueve es la Carrera Arco Iris, que llegará a su 25 edición el 26 de abril, cuando arranque en la Plaza Obelisco. Los fondos recaudados son para la UNOP. “Se  realizará a las 8 de la mañana y es una carrera familiar, organizada por el Comité de Damas del Club Rotario, la inscripción tiene un valor de Q80 y pueden cancelarla en Todoticket, en la Fundación Ayúdame a Vivir o llamando al 2317-7800”. 

A pesar de la tristeza que me invade, conforme recorro el hospital me doy cuenta de que no todo es dolor, hay muchas carcajadas y aplausos, especialmente en el área de juegos y música, los favoritos de los niños, quienes encuentran ahí los espacios para aliviar su pena y no olvidarse de jugar, sonreír y ser felices.

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