"Ver los pedazos me hizo reflexionar en el sufrimiento de esas personas"

Un bombero voluntario participó en la recolección de cadáveres en la finca Los Cocos, La Libertad, Petén, en 2011. Por la masacre, las autoridades responsabilizaron al cártel de Los Zetas

Foto: Juan José López Torres Foto: Juan José López Torres

Francisco Bol Chen es un hombre de estatura baja, corpulento, trigueño y oriundo de San Benito, Petén. Está de alta en la 106 compañía de los Bomberos Voluntarios del municipio de La Libertad.

En esa ciudad, a unos 120 kilómetros de la cabecera departamental, hace un poco más de dos años y ocho meses, se perpetró la matanza más cruenta de la historia reciente de Guatemala.

Veintisiete jornaleros fueron ejecutados por el cártel de Los Zetas, según las autoridades, debido a una disputa derivada del narcotráfico. Veinticinco fueron decapitados.

La carnicería, una clara amenaza contra el dueño de la propiedad, Otto Salguero, y supuesto capo de las drogas, enlutó a todo el país y se convirtió en el ombligo del mundo por la magnitud de la noticia.

Aquel 14 de mayo de 2011 comenzó como un día normal para el bombero Bol Chen. Un poco antes de las diez de la mañana, las llamadas incesantes relacionadas con la matanza le cambiaron el panorama a él y a sus compañeros de turno, sin magnificar lo que acontecería.

“Recibimos llamadas pero no les dimos crédito porque (antes) no había pasado nada así en el departamento”, dijo este viernes a Publinews en la estación central de la organización, en la zona 3 capitalina.

La insistencia de la consulta por parte de periodistas en la capital y corresponsales de la zona fue el detonante para iniciar un viaje que duraría alrededor de 12 horas, a unos 170 kilómetros de la cabecera departamental.

“Cuando llegamos, (a la finca Los Cocos) encontramos a una muchacha con vida y en estado de shock. No recuerdo su nombre. Tenía unos seis meses de gestación y, tras estabilizarla, nos contó cómo habían llegado a atacarlos”.

Menos de un mes más tarde, el Tribunal B de Mayor Riesgo condenaría a 36 zetas por asesinato y secuestro, en relación con el ataque.

Cerca de las 12:30 p.m., unas 25 personas de la comunidad más cercana, La Bomba, ubicada a unos 20 kilómetros, llegaron para ver lo sucedido. “Se veían tensas y nadie les daba respuestas”.

“Ayudamos a la Policía y a los soldados a rescatar parte de los cuerpos que estaban en un pozo de unos 20 metros de profundidad”, recordó el elemento bomberil.

En sus 23 años como miembro de la organización, aseguró que nunca había participado en un hecho tan dramático como el de aquel día y por el que nueve miembros del cártel ahora están siendo juzgados.

Además, debido a que no hay otro cuerpo de socorro en Petén, Bolchen y sus colegas fueron los únicos en verse cara a cara con la tragedia.

“De esa magnitud, no (había visto nada similar). He colaborado con el Ministerio Público rescatando cadáveres en pozos artesanales de personas que aspiraron dióxido de carbono”.

Tampoco los años de experiencia ni la preparación mental que realizaron previo al arribo al lugar de la tragedia sirvieron para frenar el impacto de ver los cuerpos descabezados.

“Ver los pedazos esparcidos me hizo reflexionar en el sufrimiento de esas personas”. Eso fue lo que más hizo mella en su memoria, admitió.

Además, “me sentí frustrado por no poder ayudar a esas personas, quienes esperé que estuvieran vivas. Eso, siendo honesto, sí, me afectó”.

El grupo reunió cabezas, brazos y otros fragmentos de los jornaleros, como ayuda al Ministerio Público. Una vez concluida esa labor, cerca de las 10:00 p.m., iniciaron el viaje de retorno porque el Ejército se encargó del traslado de los cadáveres.

En todo el camino, que dura unas dos horas, el grupo habló de lo mismo. A pesar de haber recolectado a las víctimas, siguieron sin darle crédito a la tragedia porque “inundó nuestra mente”.

“Con el paso del tiempo, y alrededor de un mes, comencé a olvidar, pero a menudo recuerdo aquello que vi”, concluyó.

Juan José López Torres @jjlopezt

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