Muere el padre de la fecundación in vitro

Las investigaciones de Edwards, que comenzaron a mediados de los años 50, fueron recompensadas en 2010 con el premio Nobel de Medicina.

Robert Edwards. Foto: EFELONDRES. El premio Nobel de Medicina británico Robert Edwards, considerado el padre de la fecundación in vitro, falleció este miércoles a los 87 años de edad, anunció su universidad.

“Con gran tristeza la familia anuncia que el profesor Sir Robert Edwards(…) falleció tranquilamente mientras dormía el 10 de abril de 2013 tras una larga enfermedad”, señaló el comunicado de la Universidad de Cambridge, a la que seguía vinculado.

El científico, a quien sus colaboradores y amigos llamaban Bob, dedicó toda su carrera a ayudar a millones de personas a hacer realidad su sueño de tener hijos.

Su mayor éxito, logrado en colaboración con el también difunto Patrick Steptoe, fue el nacimiento en 1978 de la primera ‘bebé probeta’, la británica Louise Brown, quien se siempre se refirió a Edwards como su “abuelo”.

Se calcula que cinco millones de niños fueron concebidos desde entonces gracias a la fecundación in vitro, que consiste en fertilizar un óvulo en el laboratorio, y dejar que el embrión empiece a desarrollarse antes de implantarlo en el útero de una mujer.

Las investigaciones de Edwards, que comenzaron a mediados de los años 50, fueron recompensadas en 2010 con el premio Nobel de Medicina.

Pero el biólogo, que por aquel entonces llevaba ya varios años retirado, no pudo ir a recoger su premio a Estocolmo por motivos de salud, y envió en su lugar a su esposa Ruth, madre de sus cinco hijas.

Al año siguiente, fue nombrado caballero por “servicios a la biología reproductiva humana”.

“El reconocimiento formal llegó tarde”, pero su trabajo tuvo “un impacto enorme en todo el mundo”, subrayó la Universidad de Cambridge, en cuyo departamento de Fisiología trabajó durante largos años.

Esta tardanza se debió en parte a la polémica que rodeó el trabajo del científico, criticado por “interferir con la vida humana” por la Iglesia católica, los medios de comunicación, los gobiernos e incluso por otros miembros de la comunidad científica.

El propio Edwards relató una vez que había sido “tratado de loco”. “Nadie quería asumir riesgos éticos. Me dijeron que los niños no serían normales”, explicó.

Sin embargo, su deseo de hacer avanzar el conocimiento científico y su determinación para ayudar a las parejas infértiles, le animó a seguir adelante.

“Lo más importante en la vida es tener un hijo. Nada es más especial que un hijo”, dijo Edwards en otro momento de su carrera.

Nacido el 27 de septiembre de 1925 en la localidad de Batley, cerca de Leeds (norte de Inglaterra), sirvió en el ejército británico de 1944 a 1948, antes de iniciar estudios de Biología en la Universidad de Bangor (Gales) y luego en Edimburgo (Escocia), donde se doctoró en 1955 con una tesis sobre el desarrollo embrionario de los ratones.

Tras un primer empleo en el Instituto Nacional de Investigación Científica en Londres, comenzó a trabajar en 1963 en la Universidad de Cambridge, donde cinco años después vio por primera vez vida creada fuera del útero.

“Nunca olvidaré el día que miré dentro del microscopio y vi algo extraño en los cultivos”, dijo Edwards en 2008. “Lo que vi fue un blastocito humano mirándome fijamente. Pensé: lo conseguimos”, agregó recordando su descubrimiento de 1968.

Una década más tarde, el 25 de junio de 1978 nacía Louise Brown, fruto de la primera fecundación de ovocitos por espermatozoides en un tubo de ensayo, en un parto rodeado del más absoluto secreto para escapar al acoso de los medios de comunicación.

En 1980, Edwards y Steptoe fundaron Bourn Hall, la primera clínica de fertilidad del mundo, donde continuaron perfeccionando su procedimiento, con más de 10.000 bebés nacidos hasta la fecha.

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