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En 2004, Vogue declaraba de manera oficial el fin de la “gloriosa” era de las supermodelos. Las maniquís que alguna vez reinaron con nombre propio y sin apellidos, (Linda, Christy, Naomi), daban paso a las superestrellas que ahora representaban los valores más cercanos a una mujer que ya no se veía identificada en las poderosas y excéntricas modelos con piernas hasta el cuello que reinaron en las portadas, editoriales y el espectro mediático.
Ahora Gwyneth, Reneé, Nicole y Sarah Jessica, entre muchas otras famosas que tenían historias más cercanas y “realistas”, eran las que podían lucir las creaciones que las convertían en referentes de moda instantáneos.
Casi 12 años después, el “celeb-wear” es la gallina de huevos de oro que da a la industria nuevos derroteros, sobre todo en cuanto a recordación, prestigio y ventas. Reinvención de la mano de celebridades como Kim Kardashian y sus hermanas con Balmain, prácticamente musas del social media. Por ellas y por Gigi Hadid, también hija del mundo del reality, hubo caos en la mayoría de tiendas H&M del mundo cuando la marca de fast fashion lanzó su colección cápsula. Las cinco hermanas también han aprovechado su nombre y estilo de vida para lanzar sus propias líneas de ropa y belleza, siendo en últimas el kit para labios de Kylie Jenner el nuevo “hit” de ventas.
Pero aunque hoy casi todo lo permee la celebridad, el fenómeno ni es nuevo, ni siempre ha funcionado como un perfecto engranaje de prestigio o innovación.
La eterna fascinación por “lo que ella tiene puesto”
En los primeros tiempos de las grandes casas de costura, las firmas comenzaron a aventurarse tímidamente dentro del mundo del cine. Coco Chanel trabajó en el mundo del cine, así como su contraparte Elsa Schiaparelli. Tanto ellas como Dior, Armani o Givenchy, entre otros nombres, crearon íconos eternos, como la famosa “Holly Golightly” interpretada por Audrey Hepburn o el gigoló de power suits interpretado por Richard Here. Esto, sin desmeritar el trabajo de diseñadores de vestuario como Edith Head, que hasta la fecha siguen siendo referentes de cultura pop.
Pero que una estrella de cine tuviese una relación tan poderosa con un modisto en los primeros tiempos era impensable, hasta que adquirieron relevancia y trascendencia por ellas mismas. Katharine Hepburn y Rita Hayworth, entre otras lumbreras legendarias, pasaron, con su look y vestuario, a encarnar los ideales de mujer de una época más interconectada y ávida de productos de consumo cultural instantáneo.
Y luego, para los años 60, mujeres como Jacqueline Kennedy inspiraban a las mujeres norteamericanas a usar sus looks creados por Oleg Cassini y en la década siguiente, Farrah Fawcett, Liza Minnelli y Diane Keaton inspiraban con su peinado, con sus vestidos minimalistas pero fastuosos hechos por el extinto Halston o con la reinvención del look “tomboy” con el que Marlene Dietrich escandalizó al mundo con “Marruecos”, en 1933.
De esa manera, el “star system” evolucionó para ser tan poderoso que creadores como Jean Paul Gaultier, también convertidos por sí mismos en celebridades mediáticas, mostraban con orgullo su trabajo en giras como la de Madonna en “The Blonde Ambition Tour” y en películas como “El Quinto Elemento”. Tom Ford hizo lo propio dirigiendo su propia película (“A Single Man”) y estableciendo, por supuesto, el vestuario que usaron Colin Fith y Julianne Moore, una de sus musas.
De inmediato, las marcas vieron en ellas un puente hacia sus consumidores, siempre alejados de un mundo que incluso hoy consideran ajeno : “ Como íconos de moda, las celebridades tienen la ventaja de ser fácilmente reconocibles. Además existen celebridades que representan distintos estilos de vida y pueden funcionar como soporte para una marca (una estrella de cine chic y con clase funciona bien para Chanel, por ejemplo). La mayoría de las personas tienen poco interés en dedicar mucho tiempo a aprender de la moda, estar al tanto de los atuendos, los cambios en la industria y las personas relacionadas con el medio, incluyendo las personas reconocidas por su estilo (pensemos en Kate Lanphear o incluso Carine Roitfeld, quien es más famosa). Pocos tienen tiempo o interés en involucrarse a ese punto. Para estas personas que no siguen de cerca al mundo de la moda, las celebridades funcionan bien”, explica a este medio Tanya Meléndez, Curadora de Educación del museo del Fashion Institute of Technology (FIT).
Por eso el peinado de Verónica Lake en los años 40 fue tan copiado, así como los labios de Kylie Jenner hoy . La alfombra roja es en sí misma es un espectáculo mediático, así como los “Fashion Police” que rondan a las famosas, sin contar los blogs de estilo diario de las estrellas o vestidos como los que usaron Kate Winslet en “Titanic” o Keira Knightley en “Expiación, deseo y pecado”, que fueron inmediatamente reproducidos. Son ellas las más importantes en las primeras filas y en pasarelas. Pero muchas estrellas han querido ser más que una vitrina de tendencias y han llevado sus pretensiones artísticas al campo de la creación, no siempre con éxito.
De fallidos genios creadores a relaciones con superventas
El diseñador Esteban Cortázar fue criticado, pero sabía que a la larga sería sensato : si Lindsay Lohan trabajaba a su lado, él se iba de la dirección creativa de Ungaro. Eso pasó en 2007. Por supuesto, la colaboración de la entonces boyante estrella resultó siendo un fracaso y el creador colombiano siguió su camino con éxito. Incluso creó colecciones cápsula para Net-A- Porter. En una colección que no tenía ni pies ni cabeza, Lindsay Lohan demostró que el talento histriónico no siempre da para pensar en términos de diseño ni de innovación.
Cosa parecida le pasó a Beyoncé en 2004, a Avril Lavigne, a Amanda Bynes y a Robert Kardashian con su fallida línea de medias. Y también a sus hermanas, pues la “Kardashian Kollection” dejó de venderse en SEARS y luego de su éxito, los referentes de moda ahora son las Jenner.
No siempre una superestrella garantiza ser un referente de gusto, de vanguardia o mucho menos de versatilidad. Vender millones de discos no garantiza que se pueda tener el éxito de una Gwen Stefani con su línea L.A.M.B o una Sarah Jessica Parker vendiendo zapatos en Nordstrom, con el espíritu adorado de una Carrie Bradshaw. Porque la celebridad debe encarnar, por principio, el “chic” que ha mantenido a una industria por décadas y que funciona tan bien para ellas y para las marcas.
“Todos tenemos una idea general de lo que Kim Kardashian o Gwyneth Paltrow representan en términos de estilo. Yo creo que las marcas las eligen porque hay menos que explicar al público”, afirma Tanya Meléndez. Y por eso es mejor que una celebridad use antes de que cree, si no sustenta con un plus de estilo y trabajo su propia línea de ropa (como el caso de Antonio Banderas, que está estudiando diseño de moda).
Por eso muchas, antes de aventurarse ellas mismas a hacer sus propios vestidos, confían en marcas reconocidas y estilistas, que son tan poderosos como sus clientas. Rachel Zoe y Joseph Casell, quien asesora a Taylor Swift, así como Mariel Haenn y Rob Zangardi, estilistas de Kim Kardashian y Jennifer Lopez, saben que un vestido puede serlo todo en la carrera de sus apoderadas, generarles más contratos y recordación, así como influencia .
Asimismo, esto también puede ser beneficioso, a la larga para un creador consagrado o emergente, como sucedió con Prabal Gurung y Demi Moore en 2010.Gurung no era ni de lejos lo que representa ahora y cuando la estrella puso en redes uno de sus vestidos pasó a tener 500 seguidores. Ahora es una de las firmas imprescindibles en las semanas de la moda.
¿Son los famosos los “reyes Midas” de la moda? ¿Su nueva y única validación? Sin duda, para una industria que atesora nichos, pero más que nada, público masivo. Y por más que se condene la aparente frivolidad del último fallo de vestuario de Jennifer Lopez o Madonna, se debe recordar todo lo que genera detrás: desde millones en ventas hasta lo que es, en sí misma, la cultura y la sociedad actual, que ama, se burla e imita a su vez a esa misma celebridad.
En la galería de arriba podrán ver los vestidos de las famoas que cambiaron la Historia.