Siempre he creído que la competencia no la gana aquel que deportivamente se mata por pasarle encima al rival, sino aquel que, con inteligencia y haciendo valer su experiencia sabe dónde, cuándo y cómo sacar la ventaja suficiente para dar el golpe definitivo. Eso, justamente sucedió ayer en el Super Bowl.
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A diferencia de los anteriores cinco en los que tuvieron éxito, los Patriots supieron hacer los ajustes necesarios para obtener uno más y agrandar su condición como la dinastía que ha dominado el escenario en la NFL durante los últimos 17 años.
Sin presionarse de más, manejando en forma efectiva el cronómetro y forzando los errores de Jared Goff, además de anular por completo a Todd Gurley II, los hombres a cargo del entrenador Bill Belichick lo hicieron de nuevo.
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La efectividad con la que los de Nueva Inglaterra dosificaron sus energías, anotaron en el cierre y, anímicamente acabaron con su rival luego de la intercepción de Stephon Gilmore a Goff, fue impecable y les ha dejado como como recompensa un sexto anillo con el que se han puesto a la par de los Steelers de Pittsburgh, uno de los equipo insignia de la Liga.
Si bien todo ciclo ganador en el deporte tiene siempre una fecha de caducidad, tristemente para aquellos que odian a Brady, Belichick y otros como Rob Gronkowski, esta parece que no será tan pronto.
En el caso del mariscal estrella, a diferencia de otras leyendas como Joe Montana o Dan Marino que se retiraron, relativamente pronto, a sus 41 años, ha sabido aprovechar los recursos de las ciencias aplicadas al deporte para prolongar sus años en el mejor nivel competitivo.
Eso sí, con figuras más jóvenes como el mismo el mismo Goff, Patrick Mahomes, Dak Prescott y otras pisándole los talones, esa transición tampoco parece tan lejana.