El prodigio noruego del ajedrez Magnus Carlsen, que se proclamó este miércoles por cuarta vez campeón del mundo, ha sacado a esa disciplina de los pequeños círculos de entendidos, hasta generar una auténtica fiebre en su país.
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"Smart is the new sexy". Esta fórmula, que podría traducirse como "la inteligencia es el nuevo atractivo" le sienta como un guante de seda al joven noruego que se alzó con la victoria frente al estadounidense Fabiano Caruana.
A sus 27 años, de los que ha pasado casi la mitad como gran maestro internacional, Carlsen se ha granjeado la simpatía de sus compatriotas. A medida que acumulaba hazañas, el interés por él se ha vuelto "una locura total", estima Atle Grønn, maestro internacional como él.
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La ajedrecista ecuatoriana Carla Heredia compartió en sus redes sociales el momento culmen de la partida donde el noruego se proclamó nuevamente campeón.
Pero a principios de semana, tras ofrecer tablas a Caruana a pesar de llevar ventaja tanto en el tablero como en el cronómetro, hizo dudar a algunos de su voracidad, imprescindible en jugadores que aspiran a permanecer en lo más alto del podio.
"Los tie-breaks exigen sangre fría, y parece que está perdiendo el suyo", reaccionó inicialmente la leyenda rusa Garry Kasparov, que entrenó a Carlsen.
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Al final, Carlsen volvió a dar una lección de pundonor. "Lo más importante para nosotros es que esté contento con sus decisiones" explicó su mánager, Espen Agderstein, a la cadena NRK.
Con los años, Carlsen ha ido abandonando la rapidez fulgurante de sus inicios por un pragmatismo eficaz.
"Mi jugador del pasado que prefiero es probablemente yo mismo, hace 3 ó 4 años" declaró el noruego en reciente rueda de prensa.
El joven, atlético, cuida su cuerpo tanto como su cerebro, y en sus horas libres es modelo.
Una bonita revancha para el adolescente al que sus compañeros incordiaban en el instituto. "Me aislé porque soy muy diferente del resto de la clase. Es difícil ser 'cool' cuando se juega al ajedrez", confesaba.
Su padre le enseñó a jugar al ajedrez desde su más tierna infancia. Con solo 13 años causó sensación. Con la cara todavía aniñada, el adolescente batió al ex campeón del mundo Anatoli Karpov y acabó en tablas con la leyenda Gary Kasparov.
El Washington Post lo describía entonces como el "Mozart del ajedrez", un Mozart desenfadado capaz de memorizar miles de partidas. En 2004 se convirtió en el tercer maestro internacional más joven de la historia.
Más popular que el fútbol
Es fan del pato Donald y leía sus historietas para relajarse entre dos partidas.
En 2013 este genio se convirtió en campeón del mundo al derrotar al indio Viswanathan Anand. "Todavía tengo mucho que mejorar", confesó entonces. "En cada partida, veo que cometo errores, imprecisiones".
Señal del fervor que levanta, en los comercios de Oslo los tableros de ajedrez se venden por doquier. Alrededor de 2,76 millones de noruegos, de una población de cinco millones, llegaron a seguir las retransmisiones en directo de los campeonatos.
Desde 2013, la Federación Noruega ha registrado un alza de 36% en el número de federados. Es "el efecto Magnus", explica Kristoffer Gressli, responsable de comunicación y marketing. "En tres años, todos los noruegos pasaron de novatos a jugadores experimentados", bromea.
La federación aspira a proponer en todos los colegios clases de ajedrez dentro o fuera del horario escolar.
"No creo que Noruega alumbre a otros Magnus Carlsen", explica su secretario general, Geir Nesheim. "Es demasiado excepcional para eso. Pero ampliando la base del iceberg, se puede esperar tener más cumbres".