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La mujer que ha hecho historia en Sudán, entrena a un equipo de hombres

Incluida en la lista de las "100 mujeres inspiradoras" que realizó la "BBC" en 2015, ha sido entrenadora de varios clubes masculinos.

En Sudán, donde una selección nacional de futbol femenino es todavía un sueño, Salma al Majidi sabía que la única manera de tomar parte en su deporte preferido era entrenar… a un equipo masculino.

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A sus 27 años, Salma es una pionera en este deporte, donde se le presenta como la primera entrenadora de futbol de un equipo masculino en África y en el mundo árabe.

"¿Por qué el fútbol? Porque es mi primer y último amor", dice Salama al Majidi, vestida con ropa deportiva y un velo negro, mientras dirige el entrenamiento del Al Ahly Al Gadaref en la región de Gadaref, al este de Jartum.

Hija de un policía jubilado, tenía 16 años cuando quedó totalmente enamorada del futbol mientras veía cómo el entrenador del equipo escolar de su hermano pequeño dirigía a los niños.

Majidi siguió atentamente sus consignas, sus gestos, la manera en la que colocaba los conos en el césped durante las sesiones de práctica… "Al final de cada sesión de entrenamiento hablaba con él de las técnicas utilizadas para enseñar a los muchachos", cuenta Majidi.

"Vio que tenía un don para el entrenamiento y me dio la oportunidad de trabajar con él", se enorgullece. Poco después, Salma al Majidi pudo entrenar a dos equipos juveniles (Sub-13 y Sub-16) del Al Hilil, un club de Omdurman.

Incluida en la lista de las "100 mujeres inspiradoras" que realizó la "BBC" en 2015, ha sido entrenadora de varios clubes masculinos (Al Nasr, Al Nahda, Nile Halfa, Al Mourada).

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Mounira Ramadan, que arbitraba partidos de futbol masculinos en los años 1970, es la otra mujer que ha conseguido cierto reconocimiento en la historia del futbol sudanés.

Criada en una familia tradicional, fue difícil para Salma que sus deseos fueran aceptados por su familia, admite su padre, Mohamed al Majidi. Un tío que la criticaba mucho por esa labor de entrenadora cambió de opinión cuando vi que la grada coreaba su nombre ("¡Salma, Salma!").

 

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