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Jeremías Saloj, la carrera de la vida que no se detiene afuera de la pista

Luego de más de tres años lejos de la élite del atletismo, el de Patzún, Chimaltenango, ha encontrado, sin los tenis ni la exigencia de un entrenamiento, la estabilidad que un día perdió cuando en una prueba de dopaje dio positivo y se vio obligado a cortar de golpe su ruta a convertirse en el mejor maratonista del país.

La historia de Jeremías Saloj Ajsivinac como corredor inició hace más de 15 años. Sus primeros pasos como atleta los dio en su natal Patzún, Chimaltenago, en el equipo “Espíritu Joven” y debutó en los 42 kilómetros en el Maratón de Róterdam, Países Bajos, en 2011.

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Freehold, Nueva Jersey, Estados Unidos. Fue en Moscú, Rusia, durante la disputa del maratón del Campeonato Mundial de Atletismo de 2013 cuando, por última vez, se le vio a Jeremías con calzado deportivo y vestido con un uniforme de competencia con la abreviatura “GUA”.

Era un momento más que importante en la carrera del atleta que dio sus primeros pasos con el equipo “Espíritu Joven” que se formó muy cerca de su hogar y que luego cruzó la meta del estadio Luzhniki (tiempo de 2:20.40) en el puesto 33 luego de haberse enfrentado a lo largo de 42 kilómetros a los mejores exponentes del planeta.

Los sueños de representar al país en los Juegos Olímpicos de Rio 2016, que acaban de concluir, comenzaban a verse más cercanos para Jeremías, quien entonces tenía 25 años, y ya pensaba en lograr su marca de clasificación.

Para él, era parte de un todo y el motivo por el que, sin importar el cansancio o el dolor, diariamente se empleaba a fondo en cada escenario de entrenamiento y que luego lo llevó a conseguir (en 2007) éxitos, como el récord nacional de los 10 mil metros en la categoría juvenil A, a correr su primer maratón en Róterdam, Países Bajos, en 2011, y luego se abrió las puertas del Ciclo Olímpico en el que consiguió una medalla de plata en los Juegos Centroamericanos de San José 2013.

El deseo de mejorar su rendimiento y de que este también se reflejara en el cronómetro con la búsqueda del récord nacional de la extenuante prueba (2:12.54 en poder de Alfredo Arévalo desde 2004) era para Jeremías una motivación que nunca le permitió bajar los brazos pero que también le hizo rebasar una línea, que no necesariamente era la de meta.

Un antes y un después no solo para su carrera, sino además para su vida, marcó para él haber estado incluido en el listado de siete atletas que dieron positivo en los controles de dopaje que se practicaron durante la cita mundialista en suelo ruso y que la Federación Internacional de Asociaciones Atléticas (IAAF) hizo público semanas después del evento.

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Era la primera vez que un rival más grande que los que una vez enfrentó sobre la pista o el asfalto, es decir, él mismo, pudo más que su resistencia física y su voluntad ganadora.

La parte de la historia que vino como consecuencia de lo anterior y que lo llevó a perder sus espacios como seleccionado nacional y en el equipo al que representaba, sus patrocinadores, el apoyo de quienes una vez dijeron ser sus amigos y, principalmente, la confianza en sí mismo lo llevaron a alejarse, con excepción de sus seres queridos, de todo lo que una vez se convirtió en su universo.

Con excepción de una carta que envió a los medios de comunicación en la que ofreció sus disculpas a todos los que una vez lo apoyaron y admitió su responsabilidad, no se supo más de Jeremías luego de lo sucedido cuando este decidió desaparecer de la escena pública.

Aunque la sanción de dos años (que cumplió en 2015) fuera de toda actividad relacionada con el atletismo lo obligó a ausentarse de los escenarios de entrenamiento y competencia, su deseo de luchar por sí mismo y su familia se mantiene intacto.

Hoy, aunque el escenario de su lucha no está reglamentado por jueces o medido por distancias o tiempos, Jeremías no se frena y vive por superar los retos que la ruta le presenta para darle lo mejor que tiene a su esposa María Aracely y a su hijo Alan Gabriel, de 2 años.

El escenario sin los tenis

Luego de lo sucedido, la vida le mostró a “Jere” el camino a seguir, primero en su natal Patzún, Chimaltenango, en donde se hizo cargo de los cultivos en los terrenos de su familia, en donde encontró suficiente silencio y espacio para no pensar en aquello que lo relacionaba con su pasado reciente.
Fueron varias semanas en las que los músculos le exigían liberar el ácido láctico que en él había estado en niveles mínimos a causa de la exigencia diaria del entrenamiento, pero que logró contener gracias al uso de los instrumentos para la agricultura durante largas jornadas de trabajo.
Poco después, Jeremías decidió emprender otro camino lejos de casa y de los suyos, pero en el que halló las oportunidades que necesitaba para sentirse económicamente productivo y emocionalmente estable.

Gracias a amigos y paisanos suyos, quienes antes migraron hacia Estados Unidos, una puerta importante se le abrió en otra realidad pero en la que nuevamente se exigiría al máximo.

En Freehold, Nueva Jersey, una ciudad que se ubica a una hora y media de Nueva York, las labores de jardinería y de construcción se convirtieron en una rutina que en tres temporadas (entre marzo y octubre) durante los últimos tres años ha logrado darle a Alan Gabriel oportunidades que él no tuvo durante su niñez y acondicionar un nuevo hogar en un terreno de su propiedad en Patzún, al que espera volver dentro de poco y en forma permanente.

En el lugar en el que reside “Jere” ha logrado sentirse como en casa junto con la compañía de amigos y paisanos suyos, como Francisco y Gilberto Xiquín. Muchas veces, en los espacios que comparten en la vivienda en la que conviven, se les escucha conversar en caqchikel.

“Es para no perder nuestras costumbres y algo que nos identifica en cualquier lugar”, comparte Jeremías.

Junto con ellos, otros guatemaltecos, centroamericanos y mexicanos que residen en la ciudad o lugares cercanos son su compañía a diario en los lugares en los que son contratados para cumplir con labores de construcción, acondicionamiento y pulido de pisos, como la que actualmente trabajan en Brooklyn, uno de los condados más representativos de Nueva York.

Las largas jornadas que inician cerca de las 14 horas y terminan en la madrugada del día siguiente consumen la mayoría del tiempo entre semanas para Jeremías, quien ya se ha acostumbrado a un ritmo por completo diferente al de sus entrenamientos en el gimnasio, las repeticiones de velocidad, los fondos, la resistencia en las alturas, los masajes de descarga muscular o la crioterapia (sumergirse en hielo) para acelerar su recuperación.

“Es algo por completo diferente a lo que antes me rodeaba”, confiesa.

En Freehold es muy común que los inmigrantes latinos que buscan oportunidades de trabajo se ubiquen en puntos conocidos de la ciudad en los que quienes requieren de mano de obra para uno o varios días pasan por la mañana y los transportan al lugar.

Es común observar supermercados y otros lugares en los que se habla español y se encuentran productos hechos o conocidos en Guatemala como los frijoles volteados para combinar con las tortillas.

“Aquí hay chance de no olvidar lo que a uno le gusta comer, aunque las tortillas no son con el maíz que conocemos”, cuenta Jeremías, quien aprovecha los días de oferta para comprar frutas, aunque no son “iguales a las de por mi tierra en ‘Chimal’” o en los que se preparan tamales.

Con la vista hacia el frente

Unas libras de más y su tiempo limitado no le han impedido del todo a Jeremías correr por las calles, una pista de una secundaria cercana y otros espacios al aire libre de Freehold.

Unos días cinco kilómetros, otros diez y otros, cuando tiene más espacio y se siente lleno de energía para soportar los cambios de ritmo, hasta 21 le permiten sentirse todavía como un fondista al igual que en algunas carreras locales en las que ha participado.

“Siempre trato de mantenerme, lo que bien se aprende no se olvida y sé que mi cuerpo tiene las condiciones para correr cuando decida volver a entrenar”, explica.

La idea de volver a competir a tiempo completo, cuando termine la construcción de su casa y eche a andar un negocio junto con su familia, ocupa sus pensamientos con frecuencia y es parte de sus planes en un futuro no lejano, sobre todo a sabiendas de que en el maratón el promedio de edad en el que se obtienen los mejores resultados está arriba de los 32 años.

Junto con esto lo ilusiona la inquietud de que exista una segunda generación de los Saloj que se interese por la práctica de cualquiera de las especialidades del atletismo.

Si Alan decidiera seguir sus pasos y calzarse con los tenis para correr por la pista o en las calles, Jeremías asegura que estaría “muy orgulloso” en guiarlo con su experiencia y en ser su primer entrenador.

El recuerdo

El Mundial de Atletismo de Moscú 2013 fue el evento más importante para Saloj.

Competencia. En agosto de 2013, el patzunero completó el recorrido del maratón en el puesto 33, con un tiempo de 2:22.40 (el segundo mejor en su carrera) y ocupó el puesto 32 y dejó atrás el 47 que José Amado García obtuvo en Berlín 2009.

Lejos, pero como en casa

Aunque su acento ha cambiado un poco y en ocasiones cambia el “vos” por “tú”, los modismos guatemaltecos aún están presentes en él y recibe con amabilidad la visita en la estación de buses de Freehold.

Conserva y usa unos tenis amarillos con los que se entrenaba y asegura que “son bien durables” porque no es lo mismo desgastarlos todos los días en entrenamientos de hasta 30 kilómetros que usarlos solamente para caminar o correr eventualmente.

En la casa en la que comparte con otras siete personas mantiene, además de sus botas y vestuario para el trabajo, cosas que lo ayudan a mantener vivos los recuerdos de su patria, como una toalla con la imagen del templo del Gran Jaguar, en Tikal, la camiseta con la que corrió en Costa Rica durante los Juegos Centroamericanos de 2013 y de otros momentos como la playera que recibió en Róterdam, en 2011.

Mientras se alista para reunirse con sus compañeros de trabajo luego de la entrevista, recibe una llamada telefónica y sonríe al ver en el identificador que su esposa está del otro lado de la línea.

“Ahora es más fácil y sale más barato hablar con la gente en ‘Guate’ por Whatsapp y Facebook”, nos dice luego de unos minutos en los que se entera de cómo está todo en Patzún y con Alan, quien corre de arriba abajo en su casa y pregunta a diario por su papá.

Mientras comparte un vaso de jugo de naranja, conversa con Francisco y Gilberto, a quienes acompaña a la entrada de la vivienda y con los que queda de reunirse más tarde.

“Aquí lo queremos mucho, él es todo un campeón y ha sabido salir adelante. Gracias a Dios está muy animado”, dice Francisco, quien tiene más de diez años de haber emigrado a Estados Unidos.

Jeremías invita a pasar al frente de la casa para respirar aire fresco y se acomoda en el lugar en el que están varios pares de zapatos, entre botas, tenis y para jugar al futbol.

Ríe al recordar anécdotas de las carreras en las que participó como cuando en el Maratón de Miami en 2012 le dieron dos medallas de participación o como cuando volvía a Guatemala desde Fráncfort, Alemania, en donde logró el mejor tiempo de su carrera en los 42 kilómetros (2:16.56) y perdió un vuelo en conexión.

Sabe que la plática será sobre temas de las que no ha hablado durante mucho tiempo y que se harán del conocimiento de muchos en esta publicación.

Escucha con atención las preguntas, se toma un instante y respira profundo antes de responder algunas de estas.

“No cometí un delito”

“Aquí he encontrado la felicidad por hacer otras cosas y aprender de muchas más que ahora son parte de mi vida y son para mi beneficio.

Conocer otros oficios como la construcción, las instalaciones eléctricas, la carpintería, etc., ha sido una bendición porque los compañeros, el patrón y las personas de las que me rodeo han sabido enseñarme y ahora me sirven para apoyar a mi familia”, expresa Jeremías quien, asegura que ha encontrado la serenidad que una vez necesitó para asimilar lo que le sucedió.

“Tengo ahora la paz que me quitó todo eso. Me tomó mucho tiempo asimilar las cosas y entender que principalmente me afecté a mí y al que era mi trabajo”, asegura.

“Estoy aquí en donde Dios me puso y Él sabe por qué, la vida es así y muchas veces cuando estás arriba no sabes cómo vivir… ahora trato de hacerlo con los pies sobre la tierra y entender que hay un propósito que me trajo al lugar en el que estoy, en donde ahora puedo salir adelante y ayudar a mi familia”, agrega Jeremías, quien tiene claros los motivos que lo impulsan hacia adelante como si escuchara el disparo de salida.

“Estoy feliz, contento y con ganas de luchar a cada día, en mi casa en Patzún hay algo importante que me espera a que regrese y tengo proyectos a los que les estoy dando forma para hacerlos crecer”, menciona al mismo tiempo en el que comparte imágenes en su teléfono en las que se observa que la mayor parte de la construcción de su vivienda ya está finalizada y cómo la ha equipado.
Interrumpe un momento la plática porque recibe un mensaje en el que le avisan que la hora de reunión para el viaje a Brooklyn se adelantó una hora y que por favor llegue puntual.

“Démosle, está aquí nomás la gasolinera en la que nos juntamos”, dice.

“Hubo un momento en el que sentí que el mundo se me terminaba al saber que no iba a poder competir, pero eso es algo que superé ya… no fue fácil, pero como todo en la vida, pasa mientras que te das cuenta de que hay otras cosas que se pueden hacer”, continua.

Antes de volver atrás en el tiempo y hablar de lo que sucedió hace tres años mientras se preparaba para la que, hasta ahora, fue la última competencia de su carrera, Jeremías cambia el semblante a sabiendas de que es el momento de sincerarse y hablar de lo que ahora es parte del pasado.

La carta

Hasta hoy, fue un manuscrito la única forma en que Jeremías se refirió al tema. Puño y letra. En un documento que envió a los medios de comunicación el 28 de agosto de 2013, Saloj ofreció disculpas y admitió su responsabilidad en el caso por el que fue suspendido durante dos años de toda actividad relacionada con el atletismo. Petición. “Les escribo para pedir disculpas al pueblo de Guatemala, a mi equipo,  a mi patrocinador y a todas las personas que han confiado en mí y me apoyaron.  Tomé una decisión equivocada y ahora debo hacerle frente a las consecuencias y asumir la responsabilidad que me corresponde”, escribió el patzunero, quien luego desapareció de la escena pública. El episodio más triste El tiempo que lo clasificó a Moscú 2013 fue el que consiguió en Fráncfort a finales de octubre del año anterior. Junto con Carlos Trejo, quien entonces era su entrenador, Jeremías cumplió con una exigente preparación como parte de un proceso en el que estaban depositadas muchas esperanzas por verlo convertirse en el mejor maratonista del país y ser el recambio para figuras como Arévalo y José Amado García. Con una edad muy corta pero cada vez con más experiencia, Jeremías fue parte de la delegación que asistió a la cita mundialista al lado del equipo de marcha que encabezó Erick Barrondo, subcampeón olímpico de los 20 kilómetros en Londres 2012. El resultado que obtuvo el sábado 17 de agosto durante su participación le valió que su entrenador calificara que “el patojo se fajó” durante la contienda contra los mejores corredores del planeta en un recorrido que cubrió lugares emblemáticos en la capital rusa como la Plaza Roja. Ser uno de los mejores 35 en la carrera fue, por un momento, un motivo de celebración para él al haber logrado la actuación nacional histórica más importante en la especialidad. La historia tuvo luego un episodio determinante cuando en el área de descanso el personal de la IAAF escogió al azar a quienes luego fueron sometidos al control de uso de sustancias prohibidas en el que estaban el ugandés Stephen Kiprotich y los etíopes Lelisa Desisa y Tadese Tola, quienes ocuparon los tres puestos en el podio. “Fue en cosa de minutos, ellos llegaron a donde estábamos descansando todos y uno de ellos me dijo: ‘Tú’, se acercó, me tomó los datos y luego se quedó hasta que terminé con la prueba”, recuerda Jeremías, a quien la deshidratación que sufrió durante la carrera le causó que demorara más de media hora en dar la muestra requerida. “En ese momento no sabía qué iba a pasar y estuve tranquilo al igual que en el regreso a Guatemala”, resume. Poco más de un mes después, los resultados del control que la IAAF envió a la Federación Nacional de Atletismo confirmaron que la eritropoyetina había sido detectada en la muestra A que se extrajo de Jeremías y que, mientras se llevaba a cabo la investigación, estaba suspendido en forma provisional. Con el paso de los días y agotado el proceso en el que el atleta no pidió el contraanálisis, se oficializó el castigo de dos años que le puso un alto en el camino a su carrera. “Por supuesto que sentí una decepción muy grande por todo, le fallé a mucha gente que me apoyó, a mi patrocinador, a mi entrenador, a mis compañeros, a mi familia y principalmente a mí”, confiesa. “Si hubiera…”

Con mucha tranquilidad Jeremías recuerda que un atleta conocido suyo y de sus compañeros con el que entonces compartía vivienda que le ofreció un producto para ayudarlo a mejorar su rendimiento.

“Me dijo que eran vitaminas y que eran las mismas que usaban muchos de los de élite a nivel internacional, yo las compré porque me las dio baratas”, confiesa.

“Me las tomé como me dijo durante el tiempo en el que estaba entrenando para ir al Mundial”, agrega el patzunero, que reconoce quefue su error más grave.

“Me equivoqué al no haberle dicho al entrenador ni al médico qué estaba tomando, me confié de alguien a quien conocía y no pensé qué podía pasar ni que por eso saliera positivo”, prosigue.

“Me costó mucho entender cómo alguien que una vez me dijo que era mi amigo pudo hacerlo a sabiendas de qué me podía pasar”, recuerda Saloj, quien prefiere omitir el nombre de quien en su momento también fue seleccionado nacional de atletismo.

“Si hubiera pensado diferente y analizado mejor las cosas esta sería otra historia… ahora ya está hecho y a pesar de todo no tengo interés en afectar a nadie, ni en decirles a otros que hagan lo que yo hice una vez”, explica.

“Si alguien ahora me critica por lo que hice, me habla o no, está bien, no tengo motivos para esconderme, estoy en donde Dios me puso y sé que pronto volveré a correr para demostrar que aún soy capaz de hacerlo bien”, anticipa aunque no deja la nostalgia por los Juegos de Rio 2016 a los que considera que pudo haberse clasificado.

“Estuve pendiente cada día de cómo iba el atletismo, sé que si no hubiera pasado esto hubiera hecho la marca y competido en ellos”.

Antes de terminar la plática para alistarse y reunirse con sus compañeros, Jeremías deja claro que pronto volverá a Guatemala para no perderse más el crecimiento de su hijo, compartir con su esposa, el resto de su familia y también retomar su carrera.

“Sé que tengo mucho que dar todavía y que la historia no se terminó para mí, lo que pasó fue solo una etapa en la que aprendí y en la que me volví más fuerte”, concluye.

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