La nueva entrega de la saga Destino Final llega con fuerza en Lazos de Sangre, una cinta que revive con acierto los elementos que hicieron icónica a la franquicia: paranoia, muertes inesperadas y la eterna lucha contra el destino. Esta vez seguimos a Stefani, una universitaria atormentada por un sueño recurrente donde presencia la muerte masiva de cientos de personas —incluida su abuela— en el colapso de una estructura llamada The Skytower.
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Lo mejor de esta película es que logra capturar esa tensión clásica del “algo va a salir mal” en situaciones cotidianas, especialmente en escenas como la del vaso de hielo con vidrio, que podría volverse parte del legado visual de la saga. Brec Bassinger, la joven actriz que interpreta a Iris, y Richard Harmon como Erik, se destacan dentro de un reparto que, en general, está al servicio del espectáculo. Y como cereza del pastel, el arco final de Tony Todd cierra con dignidad y respeto tanto al personaje como al actor, dejando una sensación de cierre para los fans más veteranos.

Sin embargo, no todo es perfecto. Aunque la película brilla cuando mantiene la escala contenida en muertes posibles, hay momentos en los que la exageración rompe con la tensión y te saca de la experiencia. Además, el elenco general puede parecer algo plano, aunque esto se justifica por la fugacidad con la que algunos personajes abandonan la historia (literalmente).

Destino Final: Lazos de Sangre es una experiencia cinematográfica intensa, ideal para una función nocturna donde salgas mirando dos veces todo a tu alrededor. Tiene fan service, sí, pero está bien dosificado, y si lo que buscas es sangre, humor negro y esa tensión constante que te hace dudar hasta de un ventilador, esta cinta te va a encantar.