El mundo del cine despide con tristeza a David Lynch, quien falleció a los 78 años. Reconocido como uno de los cineastas más influyentes de la historia, Lynch transformó lo extraño y lo enigmático en arte. Nacido en Missoula, Montana, el 20 de enero de 1946, dedicó su vida a explorar los rincones más oscuros y fascinantes de la mente humana, dejando una filmografía que marcó generaciones.
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Entre sus obras más icónicas están Eraserhead (1977), una inquietante ópera prima que lo catapultó al estrellato, y Blue Velvet (1986), un retrato oscuro de la vida suburbana. Su serie Twin Peaks revolucionó la televisión, mientras que Mulholland Drive (2001) se consolidó como una de las mejores películas de todos los tiempos por su narrativa hipnótica. Aunque su versión de Dune (1984) fue polémica en su época, con el tiempo se ha reconocido como una obra ambiciosa.

Lynch no solo fue director; también destacó como pintor, músico y defensor de la meditación trascendental, práctica que consideraba esencial para su creatividad. Su capacidad de mezclar lo bello con lo perturbador lo convirtió en un referente artístico que inspiró a innumerables creadores dentro y fuera del cine.

Su partida deja un vacío, pero su legado vive en sus obras, que seguirán desafiando y emocionando a las nuevas generaciones. David Lynch nos enseñó a mirar más allá de lo evidente, abrazando lo extraño y lo misterioso como aspectos esenciales de la vida y el arte.