La Selección Nacional de Guatemala aterriza este viernes 4 de julio dividida en dos grupos, pero unida por un logro histórico: haber alcanzado por segunda vez en su historia las semifinales de la Copa Oro. Aunque el sueño terminó ante Estados Unidos (2-1), el equipo regresa con la frente en alto, cargado de reconocimientos internacionales y, lo más valioso, con el corazón de una afición que vibró como nunca.
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Más que un resultado deportivo, esta generación de jugadores devolvió la esperanza al fútbol guatemalteco. Criticado y subestimado por años, el combinado nacional demostró que Guatemala puede competir al más alto nivel en la región. Cada partido se convirtió en una fiesta nacional, con una hinchada que se volcó a apoyar a sus jugadores desde las gradas y pantallas públicas.